En la nota anterior, había detallado un matiz de la acusación “no
puedes saberlo” con la que a veces nos enfrentamos los escépticos: el
poner en duda la calidad del emisor.
Sin embargo, hay otras variantes con las que pueden intentar
desalentarnos endilgándonos el “no puedes saberlo” por lo que terminaré la serie de notas sobre “La
rigidez en el pensar” detallando otros sentidos en los que pueden
achacarnos esta descalificación.
No puedes saberlo - Caso 2: Como
asimilación de los discursos
Dado que, tanto la existencia de constelaciones de galaxias como
los detalles del interior del núcleo atómico no son cosas que se puedan
constatar a simple vista sino que por el contrario, requieren un alto grado de
abstracción, mucha familiaridad con el instrumental –tanto técnico como simbólico- y generalmente varios años de
estudios previos –lo mismo ocurre con la
evolución o con la relatividad general- se busca asimilar estas “teorías de los científicos” con los mitos u
otras cosmogénesis reveladas.
Después de todo, estas narraciones o relatos también son fantásticos
-en
el sentido de poco habituales, extraordinarios o alejados de la vida cotidiana-
y la eventual discusión sobre la veracidad de los mismos deja de basarse en el
análisis de los hechos – siempre lejanos, distantes, inaccesibles y
complejos- pasando a convertirse en una disputa de la eventual veracidad
de una narración o relato … ¡al que desde el comienzo se le asigna la misma
categoría que los cuentos u otras ficciones!
Esta asimilación de la ciencia a cualquier otra narrativa –dicho
de otra forma: la negación de su especificidad como relato verificable y
respaldado bajo ciertos procedimientos- nos lleva a discutir sobre:
* la autoridad de quién lo dice o de las fuentes consultadas (así planteado es una variante del caso detallado en la nota anterior)
o a
* la disputa filosófica sobre lo que “puede saberse” o porqué “creemos”
lo que creemos
Obviamente, los pergaminos, publicaciones, premios y reputaciones
de los científicos poco pueden valer ante revelaciones divinas y libros
sagrados –que además suelen estar apoyados por una larga tradición- por
lo que la insistencia escéptica en usar la lógica, la razón, los datos
empíricos o “lo que hoy sabemos” no se toma como un argumento en favor de “porqué
sabemos que es así” –la validez de una epistemología- sino que se presenta como una
cuestión afectiva: se trata de orgullo, prepotencia o pretensión de
originalidad: ¡Los escépticos simplemente “elegimos
creer en otros gurús” ya que “solo
se puede creer” tal como lo explicamos en la nota “En que creen los que no creen”!
No puedes
saberlo - Caso 3: Como invalidez del saber
Con un menor nivel de fanatismo y un mayor grado de
sofisticación, el ‘no puedes saberlo’ se usa también para señalar una crítica
de naturaleza filosófica: dado que el ‘conocimiento científico’ es
provisorio, sujeto a revisión y siempre perfectible, entonces sus
conclusiones no serían argumentos dignos de ser tenidos en cuenta.
Claro está que es un sofisma: ni el hecho de que Godel haya
demostrado el teorema de la inconmensurabilidad ni el principio de
incertidumbre –dos limites claros a los que las hipótesis de la lógica y de la física
están sometidas- nos llevan necesariamente a la infalibilidad de los
papas ni a ninguna otra parte. Igualmente, el hecho de que las premisas de la
ciencia sean refutables es una muestra de su fortaleza como hipótesis y no una
debilidad.
Con quienes esgrimen estos argumentos se puede intentar que
comprendan que sus “verdades” también son construcciones humanas –tanto
como lo son la sociología o las matemáticas- pero que sabemos que muchos enunciados son erróneos -ni Cristo regresó cuando lo anunció ni
Tierra es el centro del universo- y que hay enunciados ciertos y que la
razón es la mejor manera de distinguir a unos de otros. A quienes nos gusta
debatir y/o andamos a la caza de ejemplos para nuestros blogs, esta gente es la
que nos resulta más divertida.
En la selección de cuentos de ficción te faltó el principal: La Biblia.
ResponderEliminarAbrazo
Diana