lunes, 9 de mayo de 2011

La rigidez en el pensar – Ultima nota



En la nota anterior, había detallado un matiz de la acusación “no puedes saberlo” con la que a veces nos enfrentamos los escépticos: el poner en duda la calidad del emisor.

Sin embargo, hay otras variantes con las que pueden intentar desalentarnos endilgándonos el “no puedes saberlo” por lo que terminaré la serie de notas sobre “La rigidez en el pensar” detallando otros sentidos en los que pueden achacarnos esta descalificación.

No puedes saberlo - Caso 2: Como asimilación de los discursos

Dado que, tanto la existencia de constelaciones de galaxias como los detalles del interior del núcleo atómico no son cosas que se puedan constatar a simple vista sino que por el contrario, requieren un alto grado de abstracción, mucha familiaridad con el instrumental –tanto técnico como simbólico- y generalmente varios años de estudios previos –lo mismo ocurre con la evolución o con la relatividad general- se busca asimilar estas “teorías de los científicos” con los mitos u otras cosmogénesis reveladas.

Después de todo, estas narraciones o relatos también son fantásticos -en el sentido de poco habituales, extraordinarios o alejados de la vida cotidiana- y la eventual discusión sobre la veracidad de los mismos deja de basarse en el análisis de los hechos – siempre lejanos, distantes, inaccesibles y complejos- pasando a convertirse en una disputa de la eventual veracidad de una narración o relato … ¡al que desde el comienzo se le asigna la misma categoría que los cuentos u otras ficciones!

Esta asimilación de la ciencia a cualquier otra narrativa –dicho de otra forma: la negación de su especificidad como relato verificable y respaldado bajo ciertos procedimientos- nos lleva a discutir sobre:

         * la autoridad de quién lo dice o de las fuentes consultadas (así planteado es una variante del caso detallado en la nota anterior)  o a  
        * la disputa filosófica sobre lo que “puede saberse” o porqué “creemos” lo que creemos

Obviamente, los pergaminos, publicaciones, premios y reputaciones de los científicos poco pueden valer ante revelaciones divinas y libros sagrados –que además suelen estar apoyados por una larga tradición- por lo que la insistencia escéptica en usar la lógica, la razón, los datos empíricos o “lo que hoy sabemos” no se toma como un argumento en favor de “porqué sabemos que es así” –la validez de una epistemología- sino que se presenta como una cuestión afectiva: se trata de orgullo, prepotencia o pretensión de originalidad: ¡Los escépticos simplemente “elegimos creer en otros gurús” ya que “solo se puede creer” tal como lo explicamos en la nota “En que creen los que no creen”!  

No puedes saberlo - Caso 3: Como invalidez del saber   

Con un menor nivel de fanatismo y un mayor grado de sofisticación, el ‘no puedes saberlo’ se usa también para señalar una crítica de naturaleza filosófica: dado que el ‘conocimiento científico’ es provisorio, sujeto a revisión y siempre perfectible, entonces sus conclusiones no serían argumentos dignos de ser tenidos en cuenta.

Claro está que es un sofisma: ni el hecho de que Godel haya demostrado el teorema de la inconmensurabilidad ni el principio de incertidumbre –dos limites claros a los que las hipótesis de la lógica y de la física están sometidas- nos llevan necesariamente a la infalibilidad de los papas ni a ninguna otra parte. Igualmente, el hecho de que las premisas de la ciencia sean refutables es una muestra de su fortaleza como hipótesis y no una debilidad.

Con quienes esgrimen estos argumentos se puede intentar que comprendan que sus “verdades” también son construcciones humanas –tanto como lo son la sociología o las matemáticas- pero que sabemos que muchos enunciados son erróneos -ni Cristo regresó cuando lo anunció ni Tierra es el centro del universo- y que hay enunciados ciertos y que la razón es la mejor manera de distinguir a unos de otros. A quienes nos gusta debatir y/o andamos a la caza de ejemplos para nuestros blogs, esta gente es la que nos resulta más divertida.


1 comentario:

  1. En la selección de cuentos de ficción te faltó el principal: La Biblia.

    Abrazo

    Diana

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